Hace mucho tiempo en la inhóspita blogosfera una panda de frikis creó Sospechosos Habituales. Desde aquel fatídico día nadie está libre de sospecha. No trates de disimular, si vienes mucho por aquí tu también serás un... Sospechoso Habitual
Matemático... ¿y eso para qué sirve?
Un ejemplo sencillo:
Igor Tamm, premio Nobel de física en 1958, contaba una anécdota que me parece digna de reproducir.
Había estallado la revolución de Octubre (el 25 de octubre de 1917 según el calendario juliano, que se encontraba aún en uso en Rusia en esa época; 7 de noviembre según el calendario gregoriano, adoptado a partir de 1918), y a nuestro protagonista lo detuvieron unos milicianos cerca de Odessa, donde se hallaba buscando comida. Le tomaron por un agitador antiucraniano, pero decidieron no matarlo y llevarlo en cambio ante su jefe.
Éste le preguntó a qué se dedicaba. Tamm respondió que era matemático. El jefe de los milicianos le dijo que lo demostrara: “Calcúlame el error cometido al aproximar una función arbitraria por un polinomio de Taylor de n términos. Si lo haces bien, te dejo ir. Si no lo sabes hacer, te fusilamos”.
Tamm, tembloroso, dibujó con su dedo sobre la arena el desarrollo de la fórmula. Su vida dependía de ello. Al acabar, el jefe guerrillero le echó un vistazo y ordenó que lo soltaran.
Años después, siendo ya premio Nobel, Tamm contó en persona esta anécdota. Nunca llegó a averiguar quién era aquel jefe de guerrilleros con conocimientos matemáticos. Siempre usó esta anécdota para instruir a sus alumnos sobre la necesidad práctica de saber matemáticas.
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