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Sospechosos Habituales

Hace mucho tiempo en la inhóspita blogosfera una panda de frikis creó Sospechosos Habituales. Desde aquel fatídico día nadie está libre de sospecha. No trates de disimular, si vienes mucho por aquí tu también serás un... Sospechoso Habitual


Stanislaw Lem, un relato (3/3)


Tercera y última parte del relato que empezó en este post y siguió en este.

(...)
El día siguiente las forjas y los talleres del reino procedieron a la fabricación, según los planos suministrados por Trurl, de una gran cantidad de lanzadores muy potentes y de aplicación desconocida. Una vez listos, fueron dispuestos sobre el planeta y camuflados con redes de protección, de modo que nadie pudiera adivinar nada. Mientras tanto, Trurl pasaba días y noches en el laboratorio real de
cibergenética, vigilando unas calderas misteriosas en las que borbollaban enigmáticos cocimientos. Si un espía se hubiera propuesto observarlo, se hubiera enterado tan sólo de que en las salas del laboratorio, cerradas a cal y canto, se oían a veces unos lloriqueos, y que los doctores y profesores corrían febrilmente, transportando montones de pañales.
El bombardeo empezó una semana después, a medianoche. Servidos por unos viejos artilleros, los cañones se enderezaron todos a la vez, apuntaron a la blanca estrella del país del emperador e hicieron fuego, no mortífero, sino vivífero. En efecto, los proyectiles de Trurl eran niños recién nacidos. Sus lanzabebés dispararon sobre el imperio miles y miles de pequeñuelos que se pegaban a peatones y
jinetes. Crecían muy rápidamente y eran tantos, que sus vocecitas gritando «ma-má», «pa-pá», «pi-pi» y «ca-ca» hacían temblar el aire y reventaban los tímpanos. El diluvio infantil duró tanto que la economía nacional no lo pudo soportar y el espectro de la catástrofe se cernió sobre el país. Así las cosas, del cielo seguían bajando avalanchas de bebés, alegres y saludables, que convertían el día en la
noche con el aleteo de sus pañales. Pronto el emperador se vio obligado a implorar misericordia al rey Protrudino. El rey prometió interrumpir el bombardeo, siempre y cuando su hijo pudiera tomar a Amarandina por esposa. El consentimiento imperial fue otorgado al instante. Entonces los lanzabebés fueron puestos fuera del servicio, y Trurl, por prudencia, desmontó personalmente el mujerotrón. Poco tiempo después, como
testigo principal de la boda, levantaba su copa a la salud de la joven pareja durante la deslumbrante recepción nupcial, vestido de una túnica recamada de brillantes y esmeraldas. Luego cargó su cohete con diplomas, actas de investidura de feudos y condecoraciones concedidas por ambos monarcas, y volvió, cubierto de gloria, a casa.



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Sospechoso: (Denúnciame)

Fichado el día 19 febrero 2006 a las: 23:06


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